La palabra acento es polisémica. En el sentido que nos ocupa en
esta entrada, tiene dos significados: uno referido a la escritura y otro a la
pronunciación. Por un lado, nos podemos referir con ella al trazo oblicuo que
se marca sobre algunas vocales en la escritura, como en habló. Por
otro lado, sirve para denominar a la especial fuerza con que se pronuncia una
sílaba determinada de una palabra, como ocurre al pronunciar la sílaba -bló del
ejemplo anterior.
Cuando alguien nos pregunta si solo tiene acento o si
las mayúsculas llevan acento, por
lo general se está refiriendo a la primera acepción, la que tiene que ver con
la escritura. Existen para ella dos nombres técnicos que la designan
inequívocamente: acento ortográfico y acento gráfico. Estas
denominaciones específicas coexisten con la de tilde, que es más
frecuente aunque menos precisa, ya que puede aplicarse también al trazo
ondulado que corona la eñe. No obstante, la denominación tilde por
lo general nos sirve para entendernos. El único acento gráfico que tiene uso en
español es el denominado acento agudo, que es el que va de
izquierda a derecha, como si dijéramos echado para adelante, véase: á,
é, í, ó, ú. Es un error utilizar el denominado acento grave, que
discurre en sentido contrario, y, por supuesto, el circunflejo (ô).
El acento en cuanto que especial hincapié en la pronunciación de una
sílaba se denomina específicamente acento prosódico (el
tecnicismo prosódico viene a significar aquí algo así como ‘de la
pronunciación’). Todas las palabras, cuando se pronuncian aisladas, tienen
acento prosódico. Lo normal en español es que una palabra contenga uno solo. La
excepción son los adverbios terminados en -mente, que tienen dos. Esta excepcionalidad
en la pronunciación es la que justifica que sigan una regla particular de acentuación gráfica.
La presencia de un acento en el plano fónico no siempre se marca en la
escritura. Se hace, por ejemplo, en el caso de habló, pero no
en el de hablo. Para decidir qué vocales se tildan y cuáles
no, existen unas reglas que son convencionales y que dividen a las palabras en
tres grandes grupos: palabras esdrújulas, llanas y agudas. Estas son las reglas generales,
que constituyen el núcleo del sistema. Se complementan con otras reglas
particulares para acentuación de los diptongos, de los triptongos y de los hiatos. Los monosílabos no se acentúan
gráficamente, salvo casos de tilde diacrítica.
Entre el acento ortográfico y el prosódico se da una relación
asimétrica. Una tilde siempre indica que la sílaba correspondiente se pronuncia
con acento prosódico. El acento prosódico, en cambio, no siempre tiene reflejo
en la escritura. Así, no hay ningún signo que nos indique explícitamente que la
sílaba acentuada en la pronunciación de comer es la última. Y, sin
embargo, nos basta con leer esta palabra para saber que esto es así. Esto se
explica porque las reglas de acentuación gráfica están formuladas de tal modo
que permiten saber siempre a partir de la escritura en qué sílaba recae el
acento prosódico. Gracias a ello, podemos pronunciar correctamente una palabra
con la que nos topemos en la lectura y que nunca hayamos oído.
Las reglas de acentuación ortográfica del español constituyen un sistema
amplio y complejo. Para darse cuenta de ello no hay más que intentar escribir
un texto acentuando correctamente o ponerse a corregir exámenes como estoy
haciendo ahora mismo. Pero no es ese, ni mucho menos, el único sistema amplio y
complejo con el que nos enfrentamos en nuestra vida. Por poner solo un ejemplo,
no creo que las reglas del fútbol tengan nada que envidiarles a estas en
amplitud y complejidad y, sin embargo, me consta que muchos de mis estudiantes
las dominan a la perfección aunque no atinen a poner una tilde en su sitio.
Todo es cuestión de interés.
Publicado por Alberto Bustos
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